No separo mucho el trabajo de la vida. Y no porque no descanse, sino porque he conseguido que todo forme parte de lo mismo. Lo que hago profesionalmente está atravesado por lo que soy: alguien curioso, organizado, con cabeza, pero que necesita moverse, disfrutar y conectar con lo que hace.

Trabajo desde donde me pille —una cafetería, una cocina, una piscina al otro lado del mundo—, pero siempre con método. Tengo mi Notion lleno de tareas, ideas y briefings. Me gusta pensar y estructurar, pero sin volverlo todo cuadriculado. Corro maratones, viajo con los míos, subo montañas, y en medio de todo eso, lanzo campañas, diseño estrategias y escribo textos que funcionan.

No me van las jerarquías ni las poses. Prefiero una conversación sincera a una presentación perfecta. Trabajo mejor con gente que se implica, que se cuestiona, que no tiene miedo a decir “esto no lo sé” o “esto lo haría de otra forma”. Aporto visión, estructura y resultados. Pero sobre todo, aporto una forma de hacer las cosas que no busca parecer, sino ser.